Historias con voz propia

Mientras Rocha va al hospital a atenderse, junto al Dr. Ávila Gallo, Galván es llevado al comando a reunirse con el Capitán Suárez. A partir de aquí la historia da un vuelco, poniendo en jaque la permanencia del cantor de tangos en Colonia Vela.

Pequeños desencuentros entre Galván y Rocha se siguen sucediendo, aunque una pintada en una pared será el primero de los grandes puntos de conexión entre ambos. Un ciruja, que será clave más adelante, aparece en la vida del cantor de tangos. Los policías del lugar ya no mirarán con buenos ojos a los forasteros.

Mientras Galván duerme, Rocha vuelve con un crédito local en el ámbito de la música que quiere conocerlo y se genera casi que un paso de comedia entre los tres. Romerito será otro de los personajes que forme parte de esta historia en Colonia Vela. Vamos a la historia!!!

Dice Soriano, “escribí esta novela en Bélgica y Francia, entre 1977 y 1979, tratando de exorcizar lo que pasaba en la Argentina. Mi idea era poner en un mundo dictatorial a dos personas que, por su oficio, aparentemente están fuera de la política, como un cantor de tango y un boxeador. El plan de ambos cuando llegan a Colonia Vela es hacer lo suyo, cobrar e irse. Su problema es que, una vez que están en el pueblo, toman conciencia de que la fiesta la dan los milicos”.

En el capítulo 3 se sucede el encuentro en casa del Dr. Ávila Gallo, donde comienzan a tomar dimensión de algunos ribetes particulares de lo que vivirán mientras estén en Colonia Vela. Aparece también una protagonista que será crucial en el desarrollo y desenlace de la historia. Buena escucha!!!

Dice Soriano, "escribí esta novela en Bélgica y Francia, entre 1977 y 1979, tratando de exorcizar lo que pasaba en la Argentina. Mi idea era poner en un mundo dictatorial a dos personas que, por su oficio, aparentemente están fuera de la política, como un cantor de tango y un boxeador. El plan de ambos cuando llegan a Colonia Vela es hacer lo suyo, cobrar e irse. Su problema es que, una vez que están en el pueblo, toman conciencia de que la fiesta la dan los milicos".

Elegí Cuarteles de invierno casi por azar, porque de todo lo leído, tenía ganas de inaugurar este espacio con un texto de Soriano, y al pararme delante de la biblioteca, un viernes a las 0.30 hs, la mano recaló en el lomo de este libro. Soriano es sin dudas un gran referente para quienes abrazamos el periodismo y la literatura como dos herramientas de transformación y análisis de la realidad en la que estamos inmersos, y en estos tiempos tan cruciales para el mundo, donde un virus ha puesto en jaque absolutamente todo, volver a leer sus trabajos es un ejercicio muy saludable para la mente y para el alma.

Las y los invito entonces a tomarse un momento, y volver a esos tiempos donde la lectura nos invitaba a sentarnos en un ámbito de tranquilidad a imaginar esas historias que se contaban en palabras impresas.

Dice Soriano, "Escribí esta novela en Bélgica y Francia, entre 1977 y 1979, tratando de exorcizar lo que pasaba en la Argentina. Mi idea era poner en un mundo dictatorial a dos personas que, por su oficio, aparentemente están fuera de la política, como un cantor de tango y un boxeador. El plan de ambos, cuando llegan a Colonia Vela es hacer lo suyo, cobrar e irse. Su problema es que, una vez que están en el pueblo, toman conciencia de que la fiesta la dan los milicos".

Osvaldo Soriano (1943-1997) comenzó a trabajar en periodismo (Primera Plana, Panorama, La Opinión) a mediados de los años 60 y se dio a conocer como escritor en 1973 con su originalísima novela Triste y solitario final. Si bien publicaría sus dos libros siguientes (No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno) durante su exilio en Europa, la aparición de ambos en la Argentina en 1982 lo convertirían in absentia en el autor vivo más leído del país.

Su retorno con la democracia y su rol como alma mater del diario Página/12 reforzarían aun más este vínculo con los lectores: cuatro novelas más (A sus plantas rendido un león, en 1986; Una sombra ya pronto serás, en 1990; El ojo de la Patria, en 1992 y La hora sin sombra, en 1995) y cuatro volúmenes con sus mejores crónicas periodísticas (Artistas, locos y criminales, en 1984; Rebeldes, soñadores y fugitivos, en 1988; Cuentos de los años felices, en 1993 y Piratas, fantasmas y dinosaurios, en 1996) habrían de convertirlo en un clásico contemporáneo de la literatura argentina.